Galeria Silvestre, Madrid
Así que pasen diez años
Una carta de amor
Quiero llorar mi pena y te lo digo para que tú me quieras y me llores en un anochecer de ruiseñores con un puñal, con besos y contigo. Quiero matar al único testigo, para el asesinato de mis flores y convertir mi llanto y mis sudores en eterno montón de duro trigo. Que no se acabe nunca la madeja del te quiero me quieres, siempre ardida con decrépito sol y luna vieja. Que lo que no me des y no te pida será para la muerte, que no deja ni sombra por la carne estremecida.
“El poeta dice la verdad”, Sonetos de amor oscuro. Federico García Lorca
Quiero llorar mi pena y te lo digo para que tú me quieras y me llores en un anochecer de ruiseñores con un puñal, con besos y contigo. Quiero matar al único testigo, para el asesinato de mis flores y convertir mi llanto y mis sudores en eterno montón de duro trigo. Que no se acabe nunca la madeja del te quiero me quieres, siempre ardida con decrépito sol y luna vieja. Que lo que no me des y no te pida será para la muerte, que no deja ni sombra por la carne estremecida.
“El poeta dice la verdad”, Sonetos de amor oscuro. Federico García Lorca
¿Sabes?, ayer te soñé, y me parecía que ni la distancia ni el tiempo consolaban este amor profundo que te tengo, cada día me llegan recuerdos de vivencias pasadas y en como aprendimos, crecimos y nos descubrimos juntas. No puedo aquí decirte qué han sido para mi estos diez años, no puedo en estas letras desgarrarme y arrojar todo lo que soy, porque parte de eso lo has hecho tú, poco a poco, (y como él me recuerda a menudo) “una carrera de fondo”, esas que en cada respiración necesitas centrarte para el siguiente aguante. Qué pena que mi poca memoria me ha borrado muchos pasos en el camino, pero contigo ha sido una delicia amarga, un disfrute de los de carne, con lloros y carcajadas y aunque no los retengo todos en la memoria, si los tienes tú, en ti. Me encanta pensarte cuando nos conocimos y llenamos de ilusión libretas enteras, de papel, tinta, y colores. Buscamos juntas esas creaciones escondidas para enseñárselas al mundo, un mundo que imaginábamos con los brazos abiertos, con las puertas muy grandes y que pintamos de azul claro. Cada paso que dábamos era importante, definido, y escribía una nueva historia, esta de amor que te escribo. ¿Te acuerdas de los aviones? ¡Como odiábamos los aviones!, pero allí arriba tú te crecías y nosotros contigo. Cada mes un lugar distinto, una ciudad diferente y en cada una de ellas nuestro amor se hacía más grande, más gordo, porque tú te llenabas de contenido y de pinceles sucios. Lisboa, Sevilla, Granada, Belfast, Londres, Barcelona, Bruselas, Madrid… y muchos más que no recuerdo. Juntas descubrimos la realidad de este juego, lo que más nos gustaba, lo que nos hacía hervir la sangre y decidir seguir jugando. Gracias a tu presencia los talleres se abrían y en ellos nuevos amores, nuevos amigos, nuevos momentos, qué bonito cuando todo nos parecía nuevo, ¿verdad?. Tú sonreías, cada vez más amplia era la sonrisa y yo me quedaba atrapada, porque ya sin ti mi nombre era otro, cambiaba. Madrid se quedó en tu sangre, en tu ser y allí te recuerdo guapa, arreglada, con las fiestas, los lugares sin nombre y el vino. Qué lindo siempre estar hablando de ti, tenerte en mi ropa, en mi olor, en mi cara, porque mi cara eres tú. Y de allí conversaciones sin decirse nada, conversaciones diciéndose todo, amigos, conocidos, queridos y todos son tú.
Hoy te escribo, porque te celebro, porque lo hago siempre, porque llevo diez años contigo y no me canso de ti, aunque te odie, te aleje y me agote, eso no tiene que ver contigo. Hoy te escribo porque celebro lo que hemos tenido juntas y aquí hoy lo hacemos presencia y todo esto no solo tiene que ver con sus trabajos, porque el compás de sus movimientos a nuestro alrededor hacen que el cuerpo se nos erice, la mente funcione y anhelemos juntas, que el tiempo baje de marcha.
Clavado a fuego tengo la profundidad radicalmente nueva de la tradición y la presencia absoluta de sus objetos con Gloria Martín, la genialidad pictórica de Martinho Costa, donde el hacer para él es respirar y sus pinceladas parpadeos continuos. La rotundidad del tiempo imposible, de la luz y de las sombras de Irene González que nos susurran al oído, con estremecedora calma, y la presencia absoluta de Ella Littwitz, que cada pieza que crea une con maestría la delgada línea entre el miedo y la vida. La desmesura de Klaas Vanhee, con sus manos construye mundos y agita nuestra cabeza con sus perturbadores y delicados dibujos. La elegancia y perseverancia de las luchas de Gabriela Bettini, donde sus pinturas se convierten en gritos colectivos.
El pictorialismo fotográfico de Catarina Botelho, que con seriedad formal nos sitúa en lugares para re-pensar. La promesa continua que fluye en Vicente Blanco, un narrador de formas comprometido que nos dibuja realidades aparentes, novedosas y nos logra descolocar. El proceso de cambio de Luísa Jacinto que nos dio una figuración de presencia-ausencia y nos ha conducido a una nueva y luminosa abstracción pictórica. La continua búsqueda de Germán Portal por ir más allá de contar una historia, es reírse de ella y pintarla sin miedo. Con Marta Barrenechea hemos abierto puertas a las mentes creativas en estado puro, vida y arte, arte y vida. La abolición de la linealidad en la fotografía de Andrey Akimov desemboca en rizos barrocos al servicio del amor. El artista total de Salvador Cidrás, que con todo puede, con manos firmes, y delicadeza en todo lo que toca. Las situaciones sonoras de Rebecca Glover, ¡qué bien oírla!, una polifonía donde los cuerpos hablan y escuchan. La uniformidad continua de Sara Bichão, donde congela la fragilidad de una composición poética y primitiva, y las escena pictóricas y de lugar de David Fox, tan sencillas pero tan llenas de saber. Clara-Lane Lens donde la figuración se renueva, busca su sitio y su intimidad nos tensiona. La descarada presencia transformista de Paula Breuer, con un simbolismo contemporáneo y radical. Lars Unkenholz donde todo puede pintarse y está permitido con la dulzura de los cuerpos. Una radical y fragmentada reelectura de los géneros pictóricos en la pintura de José Luis Valverde nos atrapa e invita a participar en el encuentro. La obra de Amara Toledo nos abraza en un meandro de simbolismo, poesía amorosa, y paisajes eternos para nuestros días. Assoukrou Aké nos ofrece una obra sagrada y profana, esencia para la vida, gritos y reversos del África negra. Cristina Megía, una pintura de precisión del alma que se manifiesta a través de la naturaleza “que es” (en palabras de E. Kant) y el cuerpo.
Qué bonita hicimos nuestra casa en la montaña y compartirla nos sigue dando más. Tú estás radiante allí y quien viene y te conoce, se le queda un poco dentro, me trajiste la valentía de Angie Jon, que se desgarra, se muestra y consigue poesía con ello, la calma de Katarzina Pacholik y el preciosismo en sus lápices, donde se puede oír el silencio y el crujir de las ramas, y las manchas de color de Maria Luísa Capela, con su gestualidad enérgica, vital y romántica. El aprendizaje y el amor hacia los óleos y el hacer de Catarina Lucas, pintura y pintura.
¿Sabes cuándo en el atardecer paseando después de una ducha, quieres que tu amor te coja la mano y todo el mundo sepa que tú eres suya y él es tuyo? Así te veo yo, no sueltes mi mano, amor, haz que todo el mundo sepa que lo nuestro es tiempo y es tierra.
Vanessa H. Sánchez